Me doy cuenta que una de las mayores actividades en mi trabajo, es aquello que no se hace activamente, es el periodo de reflexión y observación.
Está claro que es necesario tener los contenidos muy bien ordenados y estructurados en tu cabeza, es muy necesario saber qué debes hacer ante una dificultad, una patología o un trastorno. Pero cuando no es únicamente eso lo que tienes delante, necesitas conocer, observar y vivir a la persona con la que trabajas conjuntamente por su salud.
Escribo el post en domingo, porque sé que durante la semana apenas me va a dar tiempo de poner orden en el corre-corre diario. Como para tratar de inspirarme y comunicar con calma.
Mi familia anda en el jardín, mi pequeña familia, y la gran familia de amigos, mientras yo escribo y hago “power points”. A veces es una contradicción el predicar con los pacientes, el dedicarse a tu familia, a tu tiempo y posponer según que aspectos, pero cuando la dinámica de tu cuerpo y tu cabeza (aunque estuviesen disfrutando en el jardín) está tensa por pensar todo lo que tengo por hacer, es necesario escucharla para poder darle rumbo a estas semanas que se presentan mmmmuy movidas. Y encauzar los momentos, respetarlos y salir de la incómoda sensación en que desearías dividirte, ayuda a ser consciente de ellos además de valorar el ejercer la libertad de decisión por un bien trazado y elegido por ti.
Así que lamentablemente, pospongo momentos bucólicos de aquellos capaces de traerte a la cabeza series y películas memorables de amor familiar, si en mi cabeza está sonando el saxo y el bombo de Too Many Zooz, o Madness, entre otros; pidiéndome imperiosamente que me dedique a adelantar trabajo que durante la semana me es imposible, porque sino puede provocarme un estrés innecesario que no podré rescatar ni con el recuerdo del mejor momento bucólico vivido el fin de semana. No siempre ocurre así, hay momentos de ciclo, y momentos estacionales en que necesitas aprovechar la inspiración y la capacidad de poner orden sin más, aunque eso suponga posponer o dejar de lado otra actividades, pero he de confesar, que con estas actividades también disfruto. Es lo que tiene dedicarse a lo que amas y te apasiona.
La reflexión que deseaba compartir sobre logopedia y comunicación gira entorno a esa capacidad de observación y reflexión que todo terapeuta, sea cual sea su herramienta o profesión debería tener presente. No sólo por parte del paciente, sino propia. Los humanos fluctuamos, damos avisos, cambios y pequeños giros de volante, que sin observación y espacio para ella son vividos como inesperados, y esa vivencia hace que actuemos desde el susto o con brusquedad.
Anticipar no sólo es unidireccional, ni tampoco es para que surja un efecto determinado, sino por prevenir y tratar de trazar un camino o dirección que se pueda vivir… amablemente. El anticipar que comento, ocurre en lo verbal, en el pensamiento, pero no debe ocurrir en la actuación, justamente porque es necesario dejar hacer para “andar el propio camino”, y para integrar esa experiencia como propia.
El poder de decisión y elección, es algo que no se enseña, se aprende y justamente el espacio y el tiempo propio es necesario para ello. Hace mucho que veo, y leo sobre el aburrimiento en los niños, esa capacidad que se está “perdiendo”, justamente por la inmediatez y la carga de estímulos que reciben. Entendidos siempre desde la buena intención por temor a que dejar a un niño un espacio sin estímulo externo (aparentemente) es como dejarlo desamparado, o al menos es la vivencia de muchos adultos, es un regalo desde la perspectiva del adulto ocupar el tiempo de los pequeños, llenarlos de amor a través de actividades que entendemos serán válidas para un futuro, pero olvidamos una capacidad que surge tras haber pasado el incómodo aburrimiento y que uno mismo debe aprender a vencer, que es la creatividad, la posibilidad de integrar aprendizajes y ponerlos en práctica porque ya están en el niño, a su disposición. Luego les cuesta accionarlos, encontrarlos dentro de sí (si no se los señalan), luego les cuesta reconocer para qué sirve una u otra capacidad y ante qué ponerla en práctica. Y muchas veces (cuando no hay otra dificultad), es por el simple hecho de no saber gestionar y encajar como adulto, el incómodo aburrimiento en un niño; porque siempre les proponemos qué pueden hacer, en lugar de alentarlos a que busquen en ellos.
Es una tarea difícil, porque a todos nos gustan los efectos inmediatos, a todos nos estimula conocer la efervescencia de hacer algo y que su resultado sea visible cuanto antes mejor. Gestionar esa inmediatez, contener la sobreactuación y mantener grandes dosis de paciencia y confianza, es algo que no se aprende siendo padre, algo que no se aprende ejerciendo la profesión, sino que es algo que se aprende siendo hijo, siendo niño, y reclamando nuestro propio espacio, con mejor o peor tino, con mayor o menor escucha y respeto por nuestros adultos de referencia. Y es ahora que nos toca en nuestra etapa adulta entender a los pequeños (hijos, sobrinos, vecinos, amigos) desde ahí, y entender que dejarlos aburrirse no significa dejarlos desamparados, sino alentarlos a encontrar en ellos, confiando en su capacidad.
Reflexiono a golpe de tecla, cuando a ratos elaboro una presentación para una formación. Justamente porque como profesionales buscamos estrategias, buscamos materiales, instrucciones para atender una u otra dificultad. Y no me entendáis mal, es magnífica y necesaria la formación continuada para un buen ejercicio; pero es muy necesario que en toda formación el apartado de reflexión, no sólo de valoración continuada esté presente. Reflexionar significa contemplar la atención de forma bidireccional e integradora, donde puede que las capacidades del paciente sorprendan y su empuje y confianza hagan que en su proceso integre mejor y le de mayor valor a todo aquello que le aportamos, bien sea un material, una estrategia, o una reflexión. Ir de la mano, y acompañar en el camino tratando de alumbrar el objetivo es lo que tiene de bella toda profesión sanitaria y humana. Es más, la vocación nos empuja a ello. Pero nunca debemos olvidar que el camino no es sólo nuestro, y respetar el ritmo y el proceso es necesario desde las dos perspectivas, así nunca te quedarás sin aliento para seguir alentando, nunca se cansarán del camino si confían en que respetarás su decisión.
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